Hoy mi reflejo parece distinto. A veces me gusta sentarme delante del espejo y observarme detenidamente. Llevaba mucho tiempo reconociendo las mismas formas, los mismos brillos y oscuridades de mi piel pero hoy hay algo diferente. Todavía no sé qué es, tan sólo sé que me gusta, que me hace más completa. Anoche me llamó por mi nombre. No lo esperaba. En absoluto. Pronunció cada letra con precisión y armonía y se quedó en silencio, esperando a que su hechizo retirara lentamente el nombre de Sophie, ése que durante tanto tiempo he utilizado, ése que forma parte de mí pero que no soy yo. Él lo supo, me pilló entre bambalinas mientras me cambiaba para la siguiente actuación y no me dejó terminar de vestirme. “Conmigo no” me dijo, “no esta noche”. Quiso, como Juan Ramón Jiménez, que yo volviera a ser poesía desnuda ante sus ojos.
vestida de inocencia;
y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendo
y la fui odiando sin saberlo.
Llegó a ser una reina
fastuosa de tesoros…
¡Qué iracundia de hiel y sin sentido!
Mas se fue desnudando
y yo le sonreía.
Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.
Y se quitó la túnica
y apareció desnuda toda.
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!
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