Estaba sentada en la mesa, mirándolo curiosa, sin sentir nada. Su voz perfecta era agradable pero nada más. No había nada más dentro de mí. Impasible, imperturbable, helada. "¿Qué me pasa? (pensé en algún momento) antes, yo era cálida como un fuego amable, me subían burbujas de emoción por la espalda y podía emborracharme de ti en cualquier momento, con tan sólo recordar el contacto de tus labios. En cambio ahora soy como una roca que intenta imaginar que siente el niño que corretea a su alrededor"
Sonó entonces esta canción
y entraron tus imágenes en mi torrente sanguíneo como una descarga de adrenalina y ya no pude pararlas. Se lanzaban al vacío desde mis ojos, de forma lenta y constante, los hijos que no tuvimos (el niño gamberro y la hija inteligente a la que nunca habría que regañar por no hacer los deberes), las cortinas del salón de algún azul cielo, la cama dónde íbamos a pasar las horas muertas, los paseos por la ciudad, las risas contagiosas, la mágica rutina, todos los besos que nos dimos y todos los besos que guardábamos para algún después.
Sonó entonces esta canción
y entraron tus imágenes en mi torrente sanguíneo como una descarga de adrenalina y ya no pude pararlas. Se lanzaban al vacío desde mis ojos, de forma lenta y constante, los hijos que no tuvimos (el niño gamberro y la hija inteligente a la que nunca habría que regañar por no hacer los deberes), las cortinas del salón de algún azul cielo, la cama dónde íbamos a pasar las horas muertas, los paseos por la ciudad, las risas contagiosas, la mágica rutina, todos los besos que nos dimos y todos los besos que guardábamos para algún después.
Todo lo que fue y lo que nunca ha llegado a ser en cuatro ocasiones ya. Jamás pensé que tendría tantas costuras en el alma, cada nombre bordado de diferente color, con una textura distinta. Con un dolor propio.
Hoy he llorado la pena sorda que a veces me oprime el pecho por no haber sido la madre de tus hijos. Por sentir que todo debió suceder tal y como aconteció. Que no hubo nada erróneo. Que no había escapatoria. Que estaba escrita cada coma, cada suspiro, cada lágrima que he derramado por ti. Que no hay más que pueda hacer que encontrar la alegría en el vacío que me dejas.
No creas que me desagrada la lección, al contrario, la considero muy valiosa. Es sólo que, en días como éste mi piel busca expresarse a través de otra piel (aunque no a cualquier precio). Recuerdo entonces la tuya e inevitablemente me confundo un poco. Son días tontos, en los que ya no sé si aún te quiero o tan sólo echo de menos que el yo, que dormirá esta noche lo más abrigado que pueda, se acurruque en un nosotros.
Te entiendo. Te entendio tanto...
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